domingo, 24 de mayo de 2015

Egoísmo entre Padres e Hijos

¿Es esto posible? ¿Qué clase de vínculos generan las personas egoístas en el rol de padres?

A raíz de mi participación en el programa radial “Tratarnos Bien” conducido por la Lic.Roxana Lekerman sobre “El Egoísmo” comencé a repensar el tema teniendo en cuenta los lazos interpersonales que nos unen y vinculan. Noté que el abanico de posibilidades era amplio y cuando puntualmente Roxana me preguntó si existía el egoísmo entre padres e hijos, eso me hizo ruido…
Logré dar una breve respuesta pero no satisfecha con eso decidí instalarme con mayor profundidad en el tema para poder ampliarlo y desarrollarlo ya que si somos conscientes de la posibilidad que esto puede ocurrir tendremos mejores herramientas para anticiparnos y trabajar sobre ello generando un mayor bienestar a futuro no solo para los niños sino también para sus padres.
Para poder introducirnos en el tema deberíamos primero definir a que llamamos “ser egoísta”. El término implica a toda persona que tiene un excesivo amor por sí mismo (amor propio), en consecuencia, esto hace que desatienda a los demás como así también a los intereses ajenos, centrando toda su atención en su absoluta conveniencia sin darle un sentido verdadero al prójimo o a quienes cercanamente los rodea.
Las personas que padecen estas características generalmente tienden a devastar la autoestima de los demás ya que al manejarse con altanería y soberbia logran destruir la confianza en uno mismo, generan vínculos dependientes y sofocantes llegando al maltrato emocional y en casos extremos al corporal.
Luego de esta breve reseña estamos en condiciones de decir que este tipo de personalidades generan vínculos tóxicos, dependiendo el grado de egoísmo que cada individuo traiga con sigo hará que esas relaciones sean de mas o menos conflictivas.
Centrándonos en lo que llamamos primera infancia, hacemos hincapié en la importancia que tiene criar a los niños desde un lugar de libertad, confianza, seguridad y valoración entre otros, para que puedan ser independientes, capitalizando saberes a través de sus experiencia y por sobre todo tomando al error como parte de tal proceso de aprendizaje.
Si los padres no son conscientes de estas premisas básicas y no pueden actuar en consecuencia seguramente comenzarán los conflictos que potencialmente se irán incrementando en la medida que los chicos vayan creciendo.
Sabemos que no es fácil ser padres y que la responsabilidad es extrema, en general estamos en condiciones de decir que todos quieren el bienestar de sus hijos y desean lo mejor para ellos. ¿Pero en verdad nos preguntamos que es lo mejor? O dicho de otra manera ¿tenemos la autoridad suficiente para decidir sobre ellos permanentemente coartando sus deseos, necesidades, pensamientos, basándonos en nuestro saber como padres o en nuestras experiencias? ¿No será mejor acompañarlos por la vida para ellos puedan tener verdaderas herramientas de resolución para las dificultades que se les puedan plantear?
Son algunas de las preguntas que me llevan a la reflexión…
Como padres no podemos transmitirles nuestras experiencias para que se las apropien ya que cada individuo debe hacer la suya, lo que podemos hacer es compartirlas junto a ellos a través del diálogo y situaciones de afecto que resulten placenteras para que finalmente puedan tomarlas y transformarlas para su propia vida…
No es un camino fácil porque los adultos cargan con sus propias experiencias, cada uno lleva consigo una mochila emocional que deberá revisar, trabajar, en muchos casos desandar para volver a empezar. Esto no siempre se logra por si solo ya que en ocasiones debemos recurrir a ayudas externas, profesionales que colaboren en un espacio terapéutico.
Ahora bien, habiendo enmarcado la situación estamos en condiciones de brindar un poco de información mas concreta para lograr detectar algunos rasgos de egoísmo dentro de lo que sería el rol de padres y el vínculo con los hijos.
Debemos tener en cuenta que lo que posteriormente se describirá oscila dentro de parámetros absolutamente reiterativos e insistentes sobre la misma conducta desplegada en diferentes ámbitos y situaciones desde el adulto hacia los niños.
En general estas personalidades suelen minimizar los logros de los chicos, se vuelven exigentes pretendiendo grados de perfección casi imposibles acordes a sus etapas evolutivas, los critican y no les dan lugar al error, les cuesta brindarles apoyo y acompañamiento a menos que hagan lo que ellos quieran, se irritan con facilidad y en muchos casos suelen gritar, imponer y hasta golpear queriendo implementar disciplina. En general estos padres se muestran ausentes por cuestiones emocionales, a veces parecen estar presentes pero no lo están, les hacen faltar tiempo compartido a los niños ya sea por ocupaciones o enfermedades, no los abrazan ni les brindan cariño, se muestran mas bien distantes sin ahondar en sus emociones, miedos o inquietudes, con estas conductas no les permiten crecer generando así una absoluta dependencia sin tener en cuenta su verdadera edad ya que intentan manipularlos aún de adultos. Suelen ofenderse con facilidad, son poco tolerantes y todo lo que realizan queda en torno a su esfuerzo y/o sacrificio para “criarlos bien” o “darles lo mejor”.
Partiendo de esa premisa surgen reproches y hasta amenazas tales como: te lo digo por tu bien, todo mi sacrificio es para darte una buena educación, todo lo que necesitas y queres, lo que estás haciendo o diciendo me está matando…
Estos adultos suelen proyectar sus frustraciones, desean que el éxito envuelva a sus hijos y bajo ese discurso en pocas ocasiones les permiten elegir o decidir en torno a su futuro, viven la felicidad de los niños y sus logros como propios, por eso necesitan de su éxito para sentirse exitosos, plenos y felices. Por el contrario muchas veces encontramos padres que se vuelven competitivos siendo intolerantes a la felicidad o éxito de sus hijos.
Todo lo antes mencionado genera vulnerabilidad y sufrimiento en los chicos debido a la manipulación que tienen sobre ellos ya que suelen realizar demandas desmedidas y ejercen un control absoluto sobre todo.
En contraposición a esto tenemos a los padres sobreprotectores, que son aquellos que no toleran para nada el sufrimiento de sus hijos, no quieren que nada malo les ocurra, intentan resguardarlos de todo tipo de dolor…
Para ampliar esta información recomendamos la lectura de otro artículo que refiere al tema:
Sobreprotección en la Infancia
Como verán el tema es amplio y con un peso realmente importante pero con lo anteriormente descrito podemos ir dando un cierre…
Como padres debemos aprender a luchar contra nuestro egoísmo personal, revisando permanentemente que es lo que nuestros hijos necesitan, intercambiando ideas con otros padres, docentes y/o profesionales, quienes podrán abrir el abanico de posibilidades y colaborar para encontrar el mejor camino para acompañar a nuestros hijos.
Debemos estar atentos a la forma que tenemos de relacionarnos con ellos, teniendo en cuenta que la llegada debe ser desde un lugar de afecto, valorando sus logros, generando estímulos que los hagan sentir seguros de sí mismos para que logren tener una buena autoestima haciendo hincapié en la confianza que nosotros les tenemos como padres a ellos.
Vivimos en una sociedad donde el consumo se encuentra al alcance de las manos, donde los niños son impulsados a ello, donde los límites cuestan ser respetados y el culto al “Yo” en muchas ocasiones parece prevalecer por ende debemos ser conscientes que los únicos y verdaderos responsables de la crianza de nuestros hijos somos nosotros “Los padres”, capaces de transmitirles virtudes y algo que no es menor “Los valores de la vida” esto será lo único que hará posible contrarrestar ese egocentrismo para centrarnos en una vida mucho mas saludable donde la sociedad pueda convivir con un mayor nivel de tolerancia, entendimiento y solidaridad hacia el prójimo.
Una crianza responsable es una excelente inversión a futuro!
Miriam Goldstein
Prof, de Nivel Inicial
Agrupate




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