¿Es esto
posible? ¿Qué clase de vínculos generan las personas egoístas en el rol de
padres?
A raíz de mi participación en el programa radial
“Tratarnos Bien” conducido por la Lic.Roxana Lekerman
sobre “El Egoísmo” comencé a repensar el tema teniendo en cuenta los lazos
interpersonales que nos unen y vinculan. Noté que el abanico de posibilidades
era amplio y cuando puntualmente Roxana me preguntó si existía el egoísmo entre
padres e hijos, eso me hizo ruido…
Logré dar una breve respuesta pero no satisfecha con
eso decidí instalarme con mayor profundidad en el tema para poder ampliarlo y
desarrollarlo ya que si somos conscientes de la posibilidad que esto puede
ocurrir tendremos mejores herramientas para anticiparnos y trabajar sobre ello
generando un mayor bienestar a futuro no solo para los niños sino también para
sus padres.
Para poder introducirnos en el tema deberíamos
primero definir a que llamamos “ser egoísta”. El término implica a toda persona
que tiene un excesivo amor por sí mismo (amor propio), en consecuencia, esto
hace que desatienda a los demás como así también a los intereses ajenos,
centrando toda su atención en su absoluta conveniencia sin darle un sentido
verdadero al prójimo o a quienes cercanamente los rodea.
Las personas que padecen estas características
generalmente tienden a devastar la autoestima de los demás ya que al manejarse
con altanería y soberbia logran destruir la confianza en uno mismo, generan vínculos
dependientes y sofocantes llegando al maltrato emocional y en casos extremos al
corporal.
Luego de esta breve reseña estamos en condiciones de
decir que este tipo de personalidades generan vínculos tóxicos, dependiendo el
grado de egoísmo que cada individuo traiga con sigo hará que esas relaciones
sean de mas o menos conflictivas.
Centrándonos en lo que llamamos primera infancia,
hacemos hincapié en la importancia que tiene criar a los niños desde un lugar
de libertad, confianza, seguridad y valoración entre otros, para que puedan ser
independientes, capitalizando saberes a través de sus experiencia y por sobre
todo tomando al error como parte de tal proceso de aprendizaje.
Si los padres no son conscientes de estas premisas
básicas y no pueden actuar en consecuencia seguramente comenzarán los
conflictos que potencialmente se irán incrementando en la medida que los chicos
vayan creciendo.
Sabemos que no es fácil ser padres y que la
responsabilidad es extrema, en general estamos en condiciones de decir que
todos quieren el bienestar de sus hijos y desean lo mejor para ellos. ¿Pero en
verdad nos preguntamos que es lo mejor? O dicho de otra manera ¿tenemos la
autoridad suficiente para decidir sobre ellos permanentemente coartando sus
deseos, necesidades, pensamientos, basándonos en nuestro saber como padres o en
nuestras experiencias? ¿No será mejor acompañarlos por la vida para ellos
puedan tener verdaderas herramientas de resolución para las dificultades que se
les puedan plantear?
Son algunas de las preguntas que me llevan a la
reflexión…
Como padres no podemos transmitirles nuestras
experiencias para que se las apropien ya que cada individuo debe hacer la suya,
lo que podemos hacer es compartirlas junto a ellos a través del diálogo y
situaciones de afecto que resulten placenteras para que finalmente puedan
tomarlas y transformarlas para su propia vida…
No es un camino fácil porque los adultos cargan con
sus propias experiencias, cada uno lleva consigo una mochila emocional que
deberá revisar, trabajar, en muchos casos desandar para volver a empezar. Esto
no siempre se logra por si solo ya que en ocasiones debemos recurrir a ayudas
externas, profesionales que colaboren en un espacio terapéutico.
Ahora bien, habiendo enmarcado la situación estamos
en condiciones de brindar un poco de información mas concreta para lograr
detectar algunos rasgos de egoísmo dentro de lo que sería el rol de padres y el
vínculo con los hijos.
Debemos tener en cuenta que lo que posteriormente se
describirá oscila dentro de parámetros absolutamente reiterativos e insistentes
sobre la misma conducta desplegada en diferentes ámbitos y situaciones desde el
adulto hacia los niños.
En general estas personalidades suelen minimizar los
logros de los chicos, se vuelven exigentes pretendiendo grados de perfección
casi imposibles acordes a sus etapas evolutivas, los critican y no les dan
lugar al error, les cuesta brindarles apoyo y acompañamiento a menos que hagan
lo que ellos quieran, se irritan con facilidad y en muchos casos suelen gritar,
imponer y hasta golpear queriendo implementar disciplina. En general estos
padres se muestran ausentes por cuestiones emocionales, a veces parecen estar
presentes pero no lo están, les hacen faltar tiempo compartido a los niños ya
sea por ocupaciones o enfermedades, no los abrazan ni les brindan cariño, se
muestran mas bien distantes sin ahondar en sus emociones, miedos o inquietudes,
con estas conductas no les permiten crecer generando así una absoluta
dependencia sin tener en cuenta su verdadera edad ya que intentan manipularlos
aún de adultos. Suelen ofenderse con facilidad, son poco tolerantes y todo lo
que realizan queda en torno a su esfuerzo y/o sacrificio para “criarlos bien” o
“darles lo mejor”.
Partiendo de esa premisa surgen reproches y hasta
amenazas tales como: te lo digo por tu bien, todo mi sacrificio es para darte
una buena educación, todo lo que necesitas y queres, lo que estás haciendo o
diciendo me está matando…
Estos adultos suelen proyectar sus frustraciones,
desean que el éxito envuelva a sus hijos y bajo ese discurso en pocas ocasiones
les permiten elegir o decidir en torno a su futuro, viven la felicidad de los
niños y sus logros como propios, por eso necesitan de su éxito para sentirse
exitosos, plenos y felices. Por el contrario muchas veces encontramos padres
que se vuelven competitivos siendo intolerantes a la felicidad o éxito de sus
hijos.
Todo lo antes mencionado genera vulnerabilidad y
sufrimiento en los chicos debido a la manipulación que tienen sobre ellos ya
que suelen realizar demandas desmedidas y ejercen un control absoluto sobre
todo.
En contraposición a esto tenemos a los padres
sobreprotectores, que son aquellos que no toleran para nada el sufrimiento de
sus hijos, no quieren que nada malo les ocurra, intentan resguardarlos de todo
tipo de dolor…
Para ampliar esta información recomendamos la
lectura de otro artículo que refiere al tema:
“Sobreprotección en la
Infancia ”
Como verán el tema es amplio y con un peso realmente
importante pero con lo anteriormente descrito podemos ir dando un cierre…
Como padres debemos aprender a luchar contra nuestro
egoísmo personal, revisando permanentemente que es lo que nuestros hijos
necesitan, intercambiando ideas con otros padres, docentes y/o profesionales,
quienes podrán abrir el abanico de posibilidades y colaborar para encontrar el
mejor camino para acompañar a nuestros hijos.
Debemos estar atentos a la forma que tenemos de relacionarnos
con ellos, teniendo en cuenta que la llegada debe ser desde un lugar de afecto,
valorando sus logros, generando estímulos que los hagan sentir seguros de sí
mismos para que logren tener una buena autoestima haciendo hincapié en la
confianza que nosotros les tenemos como padres a ellos.
Vivimos en una sociedad donde el consumo se
encuentra al alcance de las manos, donde los niños son impulsados a ello, donde
los límites cuestan ser respetados y el culto al “Yo” en muchas ocasiones
parece prevalecer por ende debemos ser conscientes que los únicos y verdaderos
responsables de la crianza de nuestros hijos somos nosotros “Los padres”,
capaces de transmitirles virtudes y algo que no es menor “Los valores de la
vida” esto será lo único que hará posible contrarrestar ese egocentrismo para
centrarnos en una vida mucho mas saludable donde la sociedad pueda convivir con
un mayor nivel de tolerancia, entendimiento y solidaridad hacia el prójimo.
Una crianza responsable es una excelente inversión a
futuro!
Miriam Goldstein
Prof, de Nivel Inicial
Agrupate
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